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Foto del escritorValerie Rosa Rivera

Sobreviviendo a la locura



Ya van meses desde que nos encerraron en nuestras casas, no recuerdo el mar del malecón de Cataño o los balcones de San Juan. Nos tienen metidos en nuestras casas, aunque ya son mas flexibles y podemos ir a las tiendas a comprar munchies del kiosquito que queda por casa. Eso sí, aunque abrieron los comercios está prohibido salir de los municipios, los policías están en guardia para mantener a todos al margen. Tuvimos que llevarnos el perro de mi difunto abuelo que en paz descanse porque si no se moría de hambre, es tierno y cariñoso, pero asusta a cualquiera. Es bueno tener un perro que siembre respeto porque en estos tiempos la gente está loca y se aprovechan de estas situaciones para hacer barbaridades, más si creen que uno no hace na’ y es bobo. Estamos en tiempo de observación, ya la crisis más grande pasó. Es triste como muchos sufrieron, algunos perdieron seres queridos y hasta la esperanza de que esto se iba a mejorar. Ahora mientras esperamos que el gobierno salga del trauma que el caos le provocó, nos adaptamos con lo que tenemos. Hacen dos semanas que los del task force confirmaron que ya podíamos tener contacto con nuestros seres queridos más cercanos fue un momento muy emotivo, lloramos, nos abrazamos y dimos gracias a Dios que ya la pesadilla había pasado. Pero cuando la realidad choca nos damos cuenta de que nos habíamos acostumbrado al caos. 


- Liann… Liann… ¡Liann Marie te estoy llamando desde hace rato! - Mami me saca del viaje en el que andaba metida. Me había quedado embelesada mirando a la avenida desde el balcón de casa, la gente caminaba con sus mascarillas puestas y los ojos estaca’os. La gente esta bien rara y nos cortaron la internet así que no tengo mucho que hacer.


- ¿Qué pasó? - Me giro para mirarla. 


- Te estaba pidiendo que fueras a la panadería un momento para que compres leche y pan para el desayuno de mañana. Dile a Analí que te acompañe. - 


-Ay que flojera… - Murmuré esperando que mami no me escuchara.


- ¡Flojera ni que nada! Párate y vístete que ahí te vas a deprimir más de lo que estas. - 


Brinqué del susto, no esperaba que mami me escuchara o que me echara en cara eso. Sé que no estoy bien, pero me hago la fuerte, de todos modos, lo saqué de mami.  Suspirando, me paré de mala gana y caminé hasta mi cuarto para cambiarme. Ahí encontré a Analí, que estaba en su cama texteando que por su cara estaba hablando con el amiguito probablemente planeando cuando se van a ver formalmente después de la cuarentena. Mientras me cambiaba de pijamas a ropa más decente, Analí se dio cuenta que iba de salida y preguntó:

- ¿Vas a salir? -


- No, voy a Narnia para reclamar mi trono. - respondo irónicamente. 


- Ay que graciosa… - Giró sus ojos riéndose falsamente.


-Mami me pidió que fuera a la panadería. -


- ¡¿A la panadería?! – Sus ojos le brillaron al recordar que su amiguito trabajaba en la panadería en la que usualmente vamos. Se levantó de un brinco y rápidamente busco ropa para cambiarse. Su idea era estar en el apocalipsis, pero fashion. La mía era ponerme lo primero que encontrara y no terminar en un manicomio.

Terminando de arreglarme plasmé mi mirada en el espejo de mi cuarto. Tenía una camisa negra  que colgaba de mi cama desde hace días, con un mahón de esos que son ajustados, pero la tela no te asfixia. Mi pelo estaba amarrado en una cola de caballo baja y me puse una gorra para protegerme del sol. No estoy en mis mejores días, pero al menos mis medias tienen caritas alegres.  Agarré mi mascarilla y fui donde mami a pedirle los chavos para lo que había pedido, me mandó donde papi para pedirle la tarjeta porque todavía no aceptan efectivo en los comercios. Fui a su oficina improvisada, donde convirtió un cuarto lleno de regueros y decoraciones festivas en su lugar de trabajo cuando tuvo que mover su trabajo en línea y mami no quería ver una mesa plástica en la sala con sus embelecos. Estaba bien concentrado cuando lo fui a interrumpir, toqué la puerta y entré como si nada. Le dije lo que mami pidió y con un ánimo muy simpático me envió el dinero por ATH Móvil, lo que para él era más conveniente. 

Analí se estaba peinando todavía y con mucho cariño le pedí que se apresurara:

- ¡Avanza y muévete que nos coge el toque de queda! – 


- ¡Nena no me ajores, ya voy! – Salió del cuarto con actitud y una sonrisa sarcástica. Aguantando un canto de pelo, terminó su trenza a la entrada de la casa para salir. 

Pidiendo la bendición de mami y papi, nos lavamos las manos, nos pusimos las mascarillas y los zapatos que estaban en el balcón, y nos dirigimos hacia nuestro destino.  Aunque seamos gemelas, tenemos personalidades muy diferentes. Ella es hiperactiva y le encanta hablar mucho, es dulce y amable, aunque no mucha gente sabe que es media problemática. Mientras que yo soy introvertida y tranquila, no tengo suficiente energía para lidiar con la gente, se me hace cuesta arriba hablar de mis sentimientos y en estos días me he dado cuenta del problema que eso provoca.  Algo que sí tenemos en común es lo emocional que somos

Caminábamos en silencio lo que parecía extraño porque Analí iba a montar una conversación en cualquier segundo, no soporta el silencio en el que me refugio. Al poco rato, llegamos a la panadería, había tres personas antes que yo en la fila, pero se movió con facilidad. Cuando llegó nuestro turno, Ana saludó a su amiguito que para su conveniencia estaba en la caja y la panadería ya estaba vacía. Después de hacer la orden y recogerla, los dejé para que hablaran un ratito y yo me quedara en una de las mesas del local.  Recuerdos de anoche cruzaron mi mente, estábamos viendo una película por WAPA cuando comencé a sollozar. Trataba de controlar mi llanto, pero ya era muy tarde, estaba llorando y no había escape del porqué le lloraba a Shrek 2 si era una buena comedia. Todos se asustaron, papi fue el primero en acercase a darme un fuerte abrazo, lo que descontroló mis lágrimas.  Estaba temblando, tenia un fuerte nudo en la garganta que no me permitía hablar. Todos me preguntaban que sucedía, mami acariciaba mi espalda, mientras papi preocupado me abrazaba. No sabía que contestar, tenia un ataque de pánico y las palabras no me salían. 

- Es demasiado… Ya todo es demasiado… - Lo único que podía verbalizar en 15 minutos. 


- Esta bien, tranquila… - Mami asimismo repetía la frase.

Mi hermana lloraba conmigo, no de la misma intensidad, pero compartíamos lágrimas. Después de 15 minutos, estaba mas tranquila, me trajeron una servilleta para limpiar mi nariz. Les expliqué como pude, que mi ansiedad había explotado y me sentí abrumada con todo lo que ha pasado en un año. Sentía como no podía más, mi esperanza de salir del hoyo era precaria y me ahogaba. Estuvimos en silencio por un momento, pero mami tomó la palabra:


- Estamos así todos y entiendo como te sientes. Esto enserio esta de locos, pero nosotros somos más fuertes. No sabemos que va a pasar en el futuro, pero somos personas de fe y hay que vivir presentes en el día a día. No podemos controlar lo que sucede, pero sí podemos mantener la fe que todo esto es para mejorar como personas, ya verás que después de esto estaremos mejor. 


- Mi querida hija, tu mamá tiene razón, no podemos perder la fe y esta bien llorar, pero hay que volver a levantarse porque la vida continua… - Prosiguió a repetir en otras palabras lo que mami dijo y añadir dos o tres conspiraciones y chistes mongos que me sacaron una leve carcajada.  Nos quedamos en un abrazo largo y terminamos la película que ya se estaba acabando. 

Mi hermana volvió con el pan y la leche en la mano, me antojé de un quesito hacen  minutos así que aproveché que estuviéramos allí, el amiguito nos regalo uno, lo que se ganó un paso al cielo que eso no lo hace mucha gente. Volvimos a casa y en el viaje mi hermana no se callaba, hablaba y hablaba de no sé cuantas cosas. Gracias a Dios el viaje no es largo, que ya mismo llegamos y le cuenta a mami el resto y me deja quieta.  Al llegar nos quitamos los zapatos y las mascarillas, nos lavamos las manos y fuimos a la mesa del comedor donde mami había hecho el almuerzo. Nos quedamos hablando y relajando por un buen tiempo, ignorando lo que sucedía a nuestro alrededor y disfrutando de estar juntos en familia.

Nuestra situación no es perfecta y es muy difícil adaptarse a lo que sucede, no sé cuanto durará esto, lo único que sé es que no será para siempre. Esta bien desesperarse de vez en cuando porque no hay manera correcta de lidiar con esta situación. Ahora mismo, de lo poco que puedo hacer es ver y agradecer lo que tengo ahora, mi familia, mi hogar, amigos que de vez en cuando me escriben para saber que hay de nuevo, la comida y aquellas otras cosas que pasan durante el día que dan gracia por 0.3 segundos. Quisiera volver a como todo era antes, pero no esta en mis manos, no lo puedo controlar, lo único que puedo hacer es enfocarme en el presente para así poder sobrevivir a la locura.


 

Al comienzo de la cuarentena escribí esta pieza imaginando como iba a ser la situación de la pandemia meses desde que había comenzado, algo así como en junio de 2020 y ver como hay cosas que se asimilan con la realidad y otras un tanto exageradas. Cuentame en los comentarios qué te pareció.



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