30 de septiembre de 2019.
Me levanté esta mañana más temprano de lo usual. Fui al baño, me lavé la cara, los dientes, me puse ropa de hacer ejercicio y luego de peinarme (si se puede decir así) salí de mi casa para cruzar la calle y dirigirme a un parque que queda cerca de casa. No estoy acostumbrada, nota que soy más vaga que un perezoso en una rama de eucalipto, dormir es mi amado y comer mi mejor aliado. Dicen que ejercitar te ayuda y tienen razón, creo que estoy más despierta, aunque extraño a mí dulce cómoda cama no la necesito. hoy me vestí un tanto más urbano a lo que acostumbro, me puse una camisa de manguillo roja, un Mahón que sobrepasa mi cintura, unos tenis blancos que rezo a que no se ensucien y unas pantallas en aro, decidí maquillarme un poco para parecer como si hubiera vida en Marte, pero suponiendo que Marte sea yo.
Esto suena muy parecido a un diario, pero no lo es… ¿Sabes? Siempre fui muy mala para tener una rutina fija, pero me animé hoy, ya que a lo que espero por la lancha puedo observar a la gente de una forma sutilmente acosadora y disfrutar del momento que el celular me evita tener.
Son las 9:33 am y hay alrededor de nueve personas en total esperando para cruzar el charco, diez si contamos el que acaba de llegar. El señor tiene una postura muy alzada con pinta de pastor conservador que te regaña si te coge escuchando una canción de Bad Bunny. Once, acaba de llegar otra persona, una muchacha forrada de tatuajes, deleitándose de la idea de comerse su empanadilla de pizza con un Icee de uno de los kioskitos que queda cerca del terminal. Catorce, contando la pareja que llegaron juntos agarrados de mano, unos retirados que justo cuando se sentaron comenzaron a hablar de las situaciones de la vida. El don lee su periódico mientras su doña le habla aguantando un sobre de lo que parece ser unos documentos importantes, hoy se dirigían a resolver unos quehaceres allá por San Juan y mientras tanto se entretenían con ellos mismos.
El número catorce no era muy interesante, simplemente veía su alrededor ansioso de que llegara la lancha.
Al fondo se escucha el vehículo, acaba de llegar, escribo mis ideas rápido porque sé que tengo que guardar mis cosas pronto. ¡Nos vemos perros!
Me acabo de montar, hay mucha gente peculiar, no te voy a mentir, todo boricua es un personaje, pero estos me inspiran a escribir. Tengo esperanza de hacer el ensayo de fundamentos de psicología hoy después de clase, los nervios me agobian cuando pienso en redacta. Creo que estoy traumatizada... Me siento incapaz de volver a escribiry tengo pavor a abandonar por completo mi novela... Pero no es así, la esperanza es lo último que muere y soy una mujer de fe (que merde tengo 17)...
Anyways, #14 y #15 comenzaron a conversar, ella le enseñó un artículo de Facebook y de un momento a otro se movió de asiento. Acabo de ver un árbol flotando y varios rastros de basura, tenía esperanza de que fuera algo más interesante para escribir. Nota que mi imaginación corre libre y no quiero admitir que profundamente en mí creí que era un cadáver ¡Gracias a Dios que no lo es! De momento cruzó por mi mente y pensé en el posible escándalo que pudiera ocurrir, pero recuerdo el nivel de ansiedad que pudiera ocasionar y se me pasa.
Algunos conversan en el viaje, otros pegaron sus narices al celular, otro apreciaba del mar y yo simplemente los observaba como la escritora que soy ¡Bon Voyáge, mi día acaba de comenzar!
Ya va casi un año desde la última vez que me monté en la lancha de Cataño y con esta crónica me llena de nostalgia poder transportarme de vuelta a lo que antes era mi vida diaria. Espero que lo hayan disfrutado, porfavor compartan, subscribanse y cuentenme que les pareció.
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